09 Ago MAURITANIA: LA TIERRA DE NADIE Parte II
Algunas fronteras son un viaje en sí mismo.
Recojo los 4 pasaportes, la carta gris, la carta verde, el formulario D16 ter y salgo en dirección al Land Rover. Cada vez son más rápidos: apenas llevo 2 horas recorriendo oficinillas y ventanitas en la frontera y ya tengo todo listo. Un gendarme armado con un fusil me indica que mueva al coche y me pide de nuevo los pasaportes. Es el mismo que me indicó la entrada a la oficina donde sellan el impreso de salida de Marruecos. Tiene que verificar si en esos 2 metros he alterado los pasaportes que hace cinco minutos eran válidos. Echa un vistazo, mira por las ventanas para asegurarse que mis hijos siguen siendo mis hijos y cuando me indica adelante llega corriendo Pedro Alfonso, el turista brasileño que conocimos la noche anterior, su guitarra y su mochila con los colores de Bob Marley.
– ¿Puedo cruzar la frontera con vosotros? – me pide junto a puerta mientras mira con ojos de vaca.
En el coche nos miramos y le digo que suba. Tendrá que ir sentado entre los niños, en el asiento trasero, sobre la nevera. Daniel recoge sus peluches y coloco la mochila con las cámaras sobre Seda. La guitarra sale entre las rodillas y casi golpea el parabrisas…
– Parecemos un circo – me disculpo ante el último gendarme.
Atravesamos el arco de ladrillo que marca la salida del puesto más al Sur del Reino de Marruecos y nos adentramos en la tierra de nadie. Hay varios grupos de mercaderes y traficantes vendiendo y comprando coches, furgonetas, ordenadores… El novio saharaui que nos martirizó con sus ensoñaciones la noche anterior está entre ellos: al final tanta historia y su verdadero objetivo era vender el coche a algún marchante mauritano. Nos ve pasar pero hace como si no nos conoce. Mentiras, coches y cintas de música gnawa. Es el título de la película en que vive.
Desde el puesto fronterizo marroquí hasta el puesto fronterizo mauritano se extiende una zona de nadie de unos 3 kilómetros de desierto. Hace años la frontera estaba minada y todavía hoy se ven letreros advirtiendo del peligro de salirse de las pistas un pequeño laberinto de caminos entre la arena y rocas que se dirigen al Sur. El suelo es irregular pero la mirada se dirige inevitablemente a los restos de coches, camiones, furgonetas, ruedas o televisores que nos rodean. Más que un paso fronterizo parece un mercado de Mosul tras el estallido de un coche bomba: esqueletos de mercedes retorcidos, ruedas requemadas, cristales ennegrecidos…
Dicen los más fantasiosos que son los restos de desafortunados que pisaron una mina que truncó su viaje… Lo cierto es que a veces los negocios salen mal y algunos cargamentos de televisores o neumáticos con destino a Mauritania no tienen el permiso de entrada o el dinero suficiente para ablandar el rigor de la aduana y acaban tirados en el único lugar en que nadie los reclamará. Hay también coches accidentados en la carretera que baja desde Dakhla y que acaban en esta No man´s land porque es más barato tramitar la documentación de salida de Marruecos y abandonar el coche aquí que remolcarlo hacia el Norte. Un cementerio de negocios truncados y vehículos calcinados por el sol. Cualquiera que sea el motivo el paisaje es realmente increible, digno de las leyendas y de las desgracias que a veces persiguen los negocios que se hacen al borde de las fronteras.
A lo lejos se eleva una antena de radio de 20 mtros de altura que señala el puesto Mauritano. Son 2 o 3 casuchas apenas reconocibles. Algunos baches mas y el brasileño nos ofrece chupachups… los niños encantados. Tiro algunas fotos mientras simulo revisar el estado de las ruedas y cambio la tarjeta de la cámara. No sería la primera vez que me obligan a borrar decenas de fotografías por motivos de seguridad que nadie alcanzaría a entender. Y al cabo de unos minutos aparece una señal colgada de una cadena: Arreté. Es la tapa de un bidón de combustible convertida en señal de Stop. Un militar con gafas de sol nos hace señales desde lo lejos para que retrocedamos. Muevo el coche un par de metros más atrás y el militar queda más tranquilo. Sin duda es vital para la seguridad del puesto que mantuviera el Defender a 100 metros no a 98… Apenas acabo de apagar el motor cuando el mismo militar me hace señales para que avance. Así son las cosas. Primero te digo que atrás, luego que pares y cuando acabas de parar te ordeno que arranques. La autoridad hay que ejercerla, supongo que explicaron al tipo, porque si no nadie sabe que la tienes. Avanzo hasta el edificio y detengo el coche. Hay media docena de negros vestidos de paracaidistas franceses y con todo tipo de gafas de sol. Alguno parece salido de una fiesta de disfraces en un hotel de surfistas. En cuanto piso el suelo uno de ellos me pide tabaco. Otro, que curiosea en la parte de atrás del Landy me pregunta en un francés inventado si le puedo regalar una botella de whisky. Y otro me pide el número de teléfono. Debe medir más de 2 metros. Le hago indicaciones para que hable con Pisko. Siempre tiene la frase adecuada para estos casos. El brasileño, su guitarra y su mochila de Bob Marley salen del coche y luego bajo a los niños que se convierten en el centro de atención del lugar. Como siempre el pequeño Dan Dan triunfa entre gendarmes, militares y demás gente de vida cuartelaría.
Al entrar en el edificio administrativo, una casita con muros color claro y un pequeño patio en el que hace años había una fuente, el oficial nos reconoce de otras ocasiones. Coloca a Daniel sobre sus rodillas frente a las pantallas de ordenador y comenza a escanear los pasaportes. Daniel se imagina que está jugando a Minecraft y el jefe de los gendarmes que tiene un hijo que habla sin parar. Mucho ha cambiado aquel sitio en tan solo un año. Ordenadores donados por alguna agencia de seguridad americana, aire acondicionado Toshiba. Incluso los uniformes de los adeuaneros parecen nuevos y sin manchas. Los trámites son rápidos. Paso a la sala contigua donde los militares revisan la documentación con bastante desinterés mientras siguen tomando su te y sin que olviden pedir su cadeaux… Tengo que tramitar un seguro para el coche. La oficina está (cómo no) en otro lugar, justo al otro extremo del compound. Al salir al exterior los 45ºC se hacen sentir como una bofetada. El brasileño, su mochila y su guitarra están junto a la puerta, sudando gotas del tamaño de una uva. No tiene visado. Ni idea de cuándo pasará. Me temo que cuando salga de allí habrá dejado hasta el último dólar. La Oficina Nacional de Turismo es un contenedor metálico pintado de azul con una palmera dibujada junto a la puerta y junto a éste se encuentra el contenedor sin pintar que expide los seguros para automóviles obligatorios para circular por Mauritania. Para el gobierno es una buena fuente de financiación desconfiar de las aseguradoras europeas. La familia de algún ministro tiene un buen negocio en los seguros. Rellenan los papeles y tres individuos diferentes sentados en 3 mesas sucesivas estapan sellos distintos sobre mi nuevo seguro. Es la póliza más compulsada que he tenido en la vida. Me despido de los guardias fronterizos, regalo un paquete de tabaco al militar que pedía whisky y me dejo llevar por la carretera que serpentea hasta Nouadhibou pero cuando llegamos al primer cruce tomo dirección Este hacia a Bou Lanouar.
En un trayecto de menos de 10 kms nos paran en 3 controles diferentes: primero 2 gendarmes junto a su Toyota Hilux de color gris revisan nuestros pasaportes. Un par de kilómetros despues 2 militares junto a su Toyota Hilux verde oliva vuelven a revisar los pasaportes. Y otro par de kilómetros más tarde 2 agentes de tráfico en su Toyota Hilux color amarillo y negro nos piden de nuevo los pasaportes. Todo rutinario, todo con cierto desdén. Alguna casucha de madera con aspecto de estar abandonada desde la época colonial salpica el paisaje y cuando varias casuchas vacías coinciden entre las dunas es que nos acercamos a Bou Lanouar. La carretera describe una gran curva en dirección a Nouakchott, 400 kms al Sur.
Dejamos la carretera y nos adentramos en la arena para buscar la pista hacia el Este que corre paralela al tren más largo del mundo. Adiós asfalto. Nos volveremos a ver dentro de un par de semanas.
Sahara, Agosto 2014
Ani
No Comments